Mi
Historia
La Historia que cambió mi vida
Desde niño el deporte ha sido una parte importante de mi vida. Crecí practicando tenis, casi desde que tengo memoria, y con el tiempo, mi pasión se expandió a deportes como el wakeboard y el esquí en nieve, entre otros. Ya de adulto, desarrollé una admiración por los cerros, el enduro en bicicleta, y en el mar, el surf y el kitesurf. Estas actividades, junto con las escapadas a la playa y los momentos compartidos con amigos de toda la vida, configuraron escenarios de días inolvidables, hasta que un día comencé a padecer dolores en la espalda y la cadera que gradualmente se hicieron insoportables, oscureciendo esa alegría.
Mis visitas a la playa se limitaron a esperar en el auto, contemplando el mar desde la distancia, paralizado por el dolor. Así comencé una odisea entre traumatólogos y kinesiólogos, sin embargo, no encontré mejoría. Tras numerosas radiografías, ecografías y exámenes, me diagnosticaron espondilitis anquilosante, una enfermedad inmunológica supuestamente incurable y degenerativa que estaba limitando mi movilidad y la capacidad de disfrutar la vida.
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Busqué a los mejores doctores de mi país en busca de respuestas alentadoras, pero los diagnósticos eran constantemente sombríos. Mi futuro parecía cada vez más oscuro, hasta que la conversación casual con un conocido, sobreviviente de un agresivo melanoma, lo cambió todo. Me recomendó consultar a alguien que a él lo había ayudado mucho. Esta persona a su vez me sugirió visitar a otro especialista ubicado en Boston, sugerencia que inicialmente desestimé debido a la distancia. No obstante, un viaje familiar me llevó a aquel lugar, hecho que interpreté como una señal y decidí apostar mi última carta.
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Este especialista en el área de la salud, con una confianza sorprendente, afirmó que la solución a mi problema era sencilla: mejorar mi alimentación y eliminar el almidón, entre otras pautas menos cruciales. Aunque no estaba muy convencido, seguí estrictamente a sus recomendaciones y asombrosamente a los diez días el dolor había desaparecido. Contra todo pronóstico y mientras siguiera su régimen, estaba curado.
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Mi recuperación fue tan notable que poco tiempo después logré alcanzar las cumbres del Aconcagua, de los Ojos del Salado, del Kilimanjaro y otras montañas, un logro para mí inimaginable incluso antes de mi diagnóstico. No solo me había curado, sino que me sentía mejor que nunca. Este giro en mi vida me impulsó a una ruta de aprendizaje con mucha dedicación en temas de alimentación, salud, meditación y deporte. Comencé a compartir lo aprendido con amigos y conocidos, ofreciendo consejos que muchos siguen valorando y agradeciendo.
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Aunque soy Ingeniero Comercial de profesión, lo que inició como una búsqueda personal se transformó en una vocación. Años más tarde, en Australia, tras concluir un MBA y motivado por la destacada cultura de bienestar del país, enfoqué mis esfuerzos en estudiar todo lo relacionado con la salud y la nutrición, que era lo que realmente me motivaba. Me adentré en la metodología Kaizen y obtuve certificaciones que consolidaron mi nuevo propósito.
Aunque la enfermedad trajo consigo sufrimiento y angustias, hoy miro atrás y siento gratitud por esa etapa de mi vida. De no ser por las adversidades que enfrenté, quizás nunca habría descubierto este estilo de vida transformador ni habría encontrado mi verdadero propósito.
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Hoy invierto mi tiempo en profundizar mis conocimientos y en ayudar a otros a desarrollar hábitos saludables con planes personalizados, para vivir con energía, superar enfermedades como la mía y disfrutar al máximo este gran regalo que llamamos vida. Aspiro a que juntos podamos alcanzar una vida plena y ojalá llegar a viejos siendo capaces de seguir disfrutándola, quizás contemplando el amanecer desde la cumbre de alguna gran montaña
Te invito a unirte a este camino hacia el bienestar.
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